Manu tiene 38 años. Desde hace tres es vigilante en el metro de
Bilbao. Los sábados su jornada comienza a las 11 de la noche y termina a
las ocho de la mañana del domingo. Forma parte de los casi cien
vigilantes que diariamente velan por la seguridad de los usuarios en las
instalaciones del suburbano. “Es un trabajo muy tenso y más si en
alguna ocasión has tenido algún altercado”, advierte.
Hasta el año pasado, la seguridad del metro era competencia de tres empresas. En la actualidad, la gestionan Prosegur
y Sabico, cada una línea. En el primer caso supervisan la que abarca
Santurtzi-Basauri. En el segundo, la que va desde Lutxana hasta
Plentzia. Entre semana las patrullas se hacen individualmente, el fin de
semana dependiendo en qué estación, por parejas. Y es aquí donde llega
su primera demanda. “Muchas veces nos vemos indefensos, es nuestra
palabra frente a la del denunciante. Hace falta más personal. Las
supervisiones de 20 minutos que dedicamos a cada estación para comprobar
que todo está bien son escasas”, sostiene el comité de empresa.
Todavía están recientes los hechos ocurridos la madrugada del pasado
lunes en las paradas de Sopelana y Aiboa, donde dos vigilantes fueron
agredidos por dos jóvenes de 16 y 31 años respectivamente. Uno, por
mediar en una discusión. El otro, por evitar el robo de un bolso a una
mujer. “Las agresiones casi siempre empiezan de modo verbal, después el
individuo pasa a la acción. Es raro que te vengan y te peguen
directamente”, matiza un portavoz del comité. Según los datos a los que
ha tenido acceso EL PAÍS, cada semana se enfrentan de media a cuatro
agresiones. De hecho, las estadísticas constatan que el 80% de los
ataques graves conlleva una baja laboral. Sólo una de las dos empresas
encargadas de la seguridad registró el año pasado un 14% más de bajas
que en 2010. Metro Bilbao
prefiere no entrar en cifras e insiste en que los episodios graves son
aislados. “Estamos ante uno de los medios más seguros del Estado y
además en la última encuesta, los clientes valoraron la seguridad con un
8,5 sobre diez”, afirman.
Según los datos, el detonante de los ataques es muy variado y va
desde quien se salta el acceso porque no quiere pagar billete hasta
quien orina en las vías. Por su parte, las zonas más calientes, como las
denominan en su argot los vigilantes, son Casco Viejo, Abando,
Barakaldo, Berango y Bolueta. Estas últimas por la presencia de
discotecas. Las horas más críticas; de cuatro y media de la madrugada a
siete de la mañana. “Los fines de semana son peores y ahora en verano
más”, enfatizan los vigilantes. Y es que tienen muy claro en su
calendario las dos épocas del año. “De junio a septiembre, la Margen
Derecha es más peligrosa por las fiestas; en invierno, la Margen
Izquierda y Bilbao”, aseguran. En cuanto al perfil del agresor, está muy
determinado; adolescentes alcoholizados tras una noche de fiesta o
inmigrantes. Según los vigilantes, es muy difícil encontrar
reincidentes. En el último año se han dado dos casos; uno fue el de
Bijan Alizadeh, el joven iraní de 31 años que en noviembre de 2011 acabó
con la vida de un jubilado en Santutxu e hirió a siete personas más.
“Durante varios meses fue muy conflictivo. Saltó a las vías en Bolueta,
se cayó por un túnel, le tuvimos que desalojar a la fuerza de un
vagón…”, recuerdan desde el comité. El otro, el de un indigente magrebí
de 18 años con hasta 50 detenciones en Bilbao, antecedentes penales por
agresión con arma blanca y abusos sexuales, que mordía a los vigilantes y
que en la actualidad no se le puede juzgar por estar en paradero
desconocido. “Les conminas a que no hagan lo que están haciendo pero no
te hacen caso y es cuando tienes que dar aviso al supervisor de que
alguien no cuenta con billete y es cuando te agreden”, relata Manu.
No están solos. Los vigilantes están comunicados entre ellos por un
sistema de voz denominado Tetra. “Antes era peor, funcionábamos con
teléfonos móviles, en zonas que a veces no había cobertura y sin saldo”,
denuncia el comité. “En la actualidad, el escenario ha cambiado”,
reconocen. Además, el circuito cerrado que conforman las centenares de
cámaras de seguridad con las que cuenta Metro Bilbao, dan testimonio de
casi todo lo que sucede en su interior. Es la principal prueba que
poseen los vigilantes que se ven envueltos en agresiones durante su
jornada laboral aunque hay ángulos muertos. El documento junto con el
testimonio del supervisor es tenido en cuenta por el juez como prueba.
“No obstante, es necesaria la unificación de la defensa; es decir, no
puede darse como ahora que en los juicios, Metro lleve su abogado y el
vigilante el suyo. No existe comunicación”, desvela el comité.
No todos los ataques se denuncian. El 90% de los físicos acaba en
juicio por la vía penal. En caso de resultar condenado, el agresor paga
la multa si antes no se declara insolvente. Si pierde el vigilante
(ocurre en un 5% de los casos), es la empresa la que se hace cargo o
bien éste quien debe abonar de su bolsillo sanciones de hasta 600 euros.
Hasta la fecha las sentencias han sido muy variadas, desde la multa
hasta la cárcel y en algunos casos el problema es el tiempo. “Hay
procesos que se pueden alargar mucho porque los imputados no tienen un
domicilio fijo donde remitir su citación”, destaca el abogado Hugo
Sánchez, que lleva causas de este tipo desde hace cuatro años. Sólo de
una de las dos empresas de vigilancia a la que asiste, recibe al año
alrededor de 50 casos. Uno de los últimos más graves, una agresión que
tuvo lugar en la estación del Casco Viejo en mayo de 2008 y que terminó
con dos de los vigilantes atendidos en el hospital y con un tercero
herido en la cara. La sentencia dictada recientemente condenaba a los
cuatro jóvenes a una pena cada uno de 3 años de prisión y una
indemnización de entre 2.400 y 14.400 euros. El origen de la trifulca;
la falta de billete.
FUENTE: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/07/07/paisvasco/1341681784_376064.html
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